El regreso (2)
Fue un detalle el que el marido nos dejara a solas una vez más. Mi amigo John es ese marido complaciente que todas las mujeres libertinas y sensuales quisieran tener.
La verdad es que estaba hermosa con aquel vestido negro escotado y me moría de ganas de volver a sentir aquella piel, de volver a besar aquella boca insaciable o de amasar aquellos pechos increíblemente voluminosos y bien conservados a pesar de su edad, y lo de “a pesar de” va dicho con admiración.
Hacia 9 años que no ponía mis manos sobre ella o que mi pene no entraba en sus orificios y solo verla mi aparato ya estaba en su máxima erección.
Unos besos, unas caricias cuando nos quedamos solos y ella directa al objetivo, me metió mano al paquete para comprobar su dureza y tamaño.
Pero yo quería calentarla y calentarme aún más para cuando llegara el momento destrozarla en mis penetraciones, anal primero, cómo siempre, y luego vaginal, pero antes ella debería darme una buena sesión de mamadas, una disciplina en la que es maestra.
Yo quería jugar y ver su nivel de sumisión despues de tanto tiempo, así que para empezar unos azotes por haber sido mala.
Y después…
No hay comentarios:
Publicar un comentario