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lunes, 22 de agosto de 2011

ACOSO Y DERRIBO (I)

Aquella zorra pensaba que se iba a ir de rositas, pero había llegado el momento de hacérselo pagar.

Yameu no podía creérselo cuando su amigo Jorge le había enseñado orgulloso las fotos de aquella puta cuyo marido le había ofrecido por Internet: ¡Era ella!

No le dijo nada a su amigo, pero su mente despechada empezó a tramar la venganza, por fin aquella guarra seria de su propiedad, la tenia pillada y ahora que vivía en el extranjero podría por fin llevársela y hacer con ella lo que quisiera, sin problemas.

Todo estaba a favor, su nuevo puesto de consejero de la empresa donde la puta trabajaba, su nuevo destino en la delegación en Sudamérica, la necesidad de personal “cualificado” (en este caso “perfectamente cualificado”) que necesitaban en la delegación sudamericana…

Lo primero que hizo fue mandarle un mensaje sms “Cariño después de tanto tiempo, no te he olvidado…” al que no recibió respuesta. Pero no le importaba, seguro que ella estaba otra vez pensando en él y de momento eso le bastaba.

Mientras conducía, recordó cómo empezó todo.


En la empresa le habían destinado de su ciudad a la capital a la sede central de la empresa y en su situación, a punto de divorciarse ese traslado supuso una liberación.

A los pocos días de llegar la conoció: Una mujer atractiva, que irradiaba sensualidad, “incluso” pensó entonces él, “tiene pinta de ser decente pero susceptible de hacerla cambiar”. Aquellos pechos, aquellas caderas, aquel culito, sus ojos verdes, sus labios gruesos pero bien formados y que por un momento soñó sobre su pene, que curiosamente al verla se revolvió inquieto en su bragueta.

Era buen síntoma, cuando su pene se revolvía ante una mujer, era seguro que antes o después acabaría dentro de ella.

40 años esplendidos, le sacaba 7, pero esas eran las que le gustaban a él, maduras, con experiencia matrimonial y, seguro, accesibles a ser seducidas… y emputecidas.



La abordo un día en el desayuno “Hola mi nombre es Yameu, y el tuyo”, ella se sorprendió por su atrevimiento, “el mío es Anna” y recalco fuerte la “n”, “es de origen italiano, aunque soy española”.

“Le va de vicio el nombre” pensó él, mientras le estrechaba la mano con fuerza y notaba que ella también lo hacía con fuerza, “genial una mujer con carácter, será un reto seducirla” pensó.

Tomaron un café junto a la maquina y ella el conto el tiempo que llevaba en la empresa, lo que hacía, etc. Y fue entonces cuando se le encendió la luz: con sus contactos y dada la falta de espacio, podría pedir que le dejaran compartir el despacho de aquella belleza y así tenerla cerca cada día y “casi a solas”.

Pasados unos días logro su objetivo, dado el trabajo similar que desarrollaban en la empresa aunque en diferentes áreas, pareció normal que le situaran en el despacho de ella.

Desde el primer día se mostro amistoso y galante, ya la primera mañana en que compartieron despacho, la obsequio con un ramo de rosas rojas, que a ella la sorprendieron, pro el notó que la halagaban.

Era su forma de ser, “puño de hierro en guante de seda”.

Casi no podía a veces contenerse al verla allí trabajando a escasos metros de él y sobre todo por su buen gusto vistiendo, con blusas algo escotadas” lo justo para una mujer casada y decente”, faldas ajustadas, medias negras a veces que el imaginaba sujetas bajo la falda con un liguero, o al menos así sería cuando empezara a ser de su propiedad… y aquellos escotes serían más generosos, para que sus compañeros de trabajo supieran quien mandaba en su relación y pudieran casi intuir lo que el disfrutaba de aquella mujer.

Algunos proyectos conjuntos, que él se había encargado de buscar, pronto les hicieron compartir algún viaje de trabajo, de momento en el mismo día, o comidas de trabajo, “las cenas de trabajo ya vendrán…” pensó el sonriendo.

Poco a poco sus salidas a comer “por trabajo” eran casi continuas, se quedaban tarde por la noche, y ella empezó a sentir una atracción por Yameu que no sabía bien como explicar, quizá su dominante forma de decir las cosas, a ella le molestaba pero se sentía dulcemente intranquila con esa forma de ser.

Y sin darse cuenta llego el primer beso robado una noche antes de salir de la oficina, se dejo, y aunque su marido sabia de sus esporádicas aventuras fuera de casa, esa noche no se lo contó, esta vez no sentía lo mismo que cuando le contaba sus escarceos con algún hombre e incluso sus esporádicas relaciones sexuales con algún compañero, o algún amigo, incluso de su marido.

Aunque en el trabajo no se notaba esa incipiente relación, él la controlaba y a ella le gustaba pero la inquietaba y de los besos pasaron a las caricias en el coche de él cuando la llevaba a casa e incluso alguna parada en algún ligar obscuro en la autopista o algún parque y juegos eróticos pero sin penetración, lo maximo habián sido sendas masturbaciones manuales.

Un viernes por la tarde él la sorprendió con dos billetes de avión para el fin de semana en Paris, pero a ella le entro el pánico, no sabía bien porque, y además llevaba meses con aquel juego sin decírselo a su marido y le dijo a Yameu que no.

Nada volvió a ser igual, él le mandaba mails diciéndola lo que la necesitaba, que sabría esperar para el sexo si ella no estaba decidida, pero en ella empezó el resquemor y el temor a aquel hombre.

Pidió el traslado de departamento lo que a Yameu le enfureció y juró que algún día se lo haría pagar, y ese día estaba muy cerca.

Habían pasado 4 años, pero mereció la pena esperar.

(Capitulo II, 28 de Agosto)

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