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jueves, 24 de diciembre de 2009

MUJER BLANCA CASADA... ESCLAVA EN AFRICA (I)

Verano de 2006





DIA 1: Un viaje excitante.

Salimos el lunes día 2 sobre las 10 de la mañana, una hora nos esperaba de vuelo hasta Lisboa donde tomaríamos después un avión hacia Johannesburgo y de allí nuevo vuelo hasta Gaborone la capital de Botswana: Más de 24 horas de viaje.

Hans me recogió en casa donde me despedí de mi marido diciéndole que le tendría al tanto cuando pudiera de mi viaje y su desarrollo.

Hans se mostró amable y solicito, me había pedido que me vistiera elegante, aunque con ropa interior sexy, para el viaje, pero que el me iría dando también un vestuario una vez que fuéramos cubriendo nuestras etapas y escalas… ¡ah! Y que no me depilara durante un par de semanas me había dicho.

ES un hombre al que le gusta mucho la parafernalia y la puesta en escena.

Para la primera etapa, Madrid-Lisboa me había puesto ropa interior negra de encaje con liguero y sujetador de tirantes estrechos ajustado que levantaba y comprimía mi pecho haciéndolo parecer más voluminoso de lo que es en realidad, ya de por si bastante abundante aunque firme y bien colocado.

Una falda corta negra, a Hans no le gustan los pantalones salvo si son necesarios, una blusa blanca que transparentaba mi ropa interior, una chaqueta negra y una gabardina beige, eran mi vestimenta. Me hizo abrirme la blusa para que se vieran mis pechos, y ponerme unas gafas negras durante todo el vuelo.

A el le gusta saber que soy de su propiedad y uso cuando estoy con él y poder manejarme y utilizarme a su antojo.

En avión estaba completo y viajábamos en turista en la parte central del Airbus, para una hora y pico de vuelo. Ya me avisó que estaríamos unas tres horas en Lisboa hasta enlazar con el siguiente vuelo para Johannesburgo y que nos recogería un coche en el aeropuerto para visitar a unos amigos suyos en Lisboa.

El vuelo fue normal, un ligero desayuno y casi no hablamos, aunque me pidió el móvil de mi marido y el teléfono del trabajo, por si había algún inconveniente o problema, pero me aseguro que sería un viaje inolvidable y sin contratiempos si yo colaboraba en todo momento.

Yo me sentía excitada, pero también un poco expectante e intranquila, después de que el sabia que una vez volviéramos del viaje, tal vez lo nuestro quedara en suspenso durante algún tiempo.

Al llegar a Lisboa una azafata nos indico que esperáramos a que se vaciara el avión y después nos acompaño al pie del mismo donde un coche 4x4 nos esperaba.
En el transcurso del viaje Hans me dijo que él iría a recoger material que necesitaba para el reportaje y mientras yo iría a casa de unos amigos suyos que luego me llevarían al aeropuerto.

El coche le dejo a la entrada de Lisboa y yo seguí con el chofer, un joven negro, según me dijo angoleño llamado Antoine, que me llevo hasta una zona residencial a las afueras de Lisboa.
Llegamos a una casa de dos plantas con jardín donde me recibieron un matrimonio joven también de color y un hombre de unos treinta y tantos, que hablando perfectamente castellano me saludaron e invitaron a entrar invitándome a desayunar.

Me preguntaron por Hans y el viaje, si había estado en África alguna vez y pasados unos minutos la mujer se sentó junto a mí y empezó a decirme lo atractiva que era y que no le extrañaba que Hans me tuviera a su servicio.

Me quede un poco sorprendida ante tal afirmación, pero para cuando quise reaccionar la mujer había desabrochado mi blusa y acariciaba mis pechos, mientras su marido se colocaba detrás de mi y echándome la cabeza hacia atrás me plantaba un buen morreo y notaba como el hombre de treintaitantos metía sus manos entre mis piernas.

Empezaba la fiesta y aún no había llegado a África.

En un santiamén estaba desnuda sobre el sillón con la mujer comiéndome los pechos mientras su marido me colocaba su polla ya desarrollada en la boca y el otro hombre me comía el coño.

Por supuesto que ambos me follaban a continuación y la mujer me morreaba y acariciaba mientras los hombres entraban en mis agujeros a discreción.

Tras una hora de juegos mas o menos en que me echaron dos buenos polvos, uno cada uno, ambos por el coño y a pelo, la mujer me llevo a al ducha y se metió en ella conmigo, dándome otro repasito mientras me enjabonaba y comía mis pechos y mi coño.

Después al salir de la ducha me asombro no encontrar mi ropa, en cambio me dieron un tanga, una minifalda vaquera, unas botas cortas vaqueras, una blusa tipo polo, pero sin botones arriba y una chaqueta vaquera. La mujer me hizo un moño y me dio bastante maquillaje camino de la cara de un putón, pero dándome un aspecto juvenil que me gusto.

Los dos hombres vestían también en plan jeans y llevaban sendas bolsas de viaje.

“Desde ahora seremos tus guardaespaldas hasta Paris”, me dijo el mas joven. ¿Paris? Pensé yo sorprendida, seguían las sorpresas.

Subimos al coche camino al Aeropuerto. En el camino le envíe un sms a mi marido: “viaje excitante, te iré contando si puedo, besos.”

Al llegar al aeropuerto no vi a Hans, aunque mis guardaespaldas sabían bien que hacer y tras pasar el control de pasaportes subimos al avión en la zona trasera de turista, en un asiento triple, colocándome a mí en medio

Pregunte por Hans y me dijeron que el iba en primera con unos clientes y que nos veríamos en Johannesburgo. Nos esperaban 12 horas de vuelo.

Una vez despegamos nos trajeron la comida y mis acompañantes aprovecharon para contarme un poco de que conocían a Hans, que habían hecho algunos reportajes para él y conocían gente influyente tanto en África del Sur como en Botswana, eran también angoleños. Me preguntaron que tal lo había pasado con ellos y alabaron mi cuerpo y mis cualidades como amante. “Aún podremos conocerte mejor a lo largo del viaje” añadió el más joven.

Después de retirarnos la comida, pusieron una película y yo me quede dormida.

El avión la verdad es que no iba lleno del todo así que mis amigos me dejaron sus asientos para que pudiera tumbarme a dormir.

Llevaba unas horas durmiendo cuando uno de mis amigos me despertó susurrando: “princesa, te requieren en primera clase” me dijo. Me levante. El avión estaba en semipenumbra y fuera atardecía. La gente veía un documental en la tele sobre África y su fauna, avancé descalza siguiendo a mi amigo y pase a la zona de bussines.

El compartimiento rodeado por cortinas era amplio, con una mesa central y cuatro sillones reclinables.

Allí estaba Hans con dos hombres negros uno ya mayor, casi 60 y otro de unos cuarenta y tantos, hablaban en inglés pero al llegar yo cambiaron a un idioma africano.

Hans me hizo sentar en uno de los amplios sillones. “Vete desnudando preciosa” me dijo guiñándome un ojo. Ellos siguieron hablado mientas yo me despojaba de la blusa, no llevaba sujetador, y de la falda, quedándome en tanga. Los africanos me miraban con interés, fuera del compartimiento se oían conversaciones y risas de otros pasajeros de primera.

Hans le hizo un gesto al negro joven y este se acercó y me quito el tanga, después me cogió de la mano y me hizo levantar, llevándome hacia el hombre mayor que seguía sentado en su asiento con un whisky en la mano. Me hizo un gesto de que me sentara sobre él y al hacerlo note un miembro grande y duro que me hizo sobresaltar, el sonrió y me hizo levantar, me miro de arriba a bajo y me hizo un gesto para que le sacara la polla del pantalón. Me arrodille ante él y se la saque. Impresionante tranca que lleve a mis labios, pero el me hizo un gesto con la mano, quería que me sentara sobre ella, y así lo hice. La cabina estaba tenuemente iluminada lo que le daba un tono misterioso a la situación. Empecé a cabalgar sobre el mientras el me sujetaba por las caderas o manoseaba mis desnudos pechos. El joven negro se colocó ante mí y sacando su aparato que tampoco era desdeñable, me lo puso en la boca, mientras Hans hacia fotos de la situación y mi guardaespaldas vigilaba que nadie se incorporara a la fiesta. Durante casi media hora ambos hombres me follaron en esa postura hasta que ambos se corrieron en mis dos agujeros. Tuve que tragar toda la leche de mi boca. Después Hans me acercó al lavabo para que me aseara y entonces saco de su maletín un arnés, con dos consoladores, tipo tanga y me lo hizo poner con los dos penes de caucho dentro de mis agujeros del coño y el culo. “Hasta que lleguemos a Johannesburgo dentro de 6 horas, no te lo quitare”. Cerró el tanga con un candado y me hizo vestir y volver a mi asiento.

Regrese a mi asiento y me tumbe de lado, tratando de dormir, pero empezando ya a sentir los primeros efectos de mi viaje al mundo del sexo africano.
Casi no me había dormido cuando nos despertaron para darnos la cena. Me senté sobre mis consoladores y sentí una extraña sensación. Mis amigos volvieron a mi lado para cenar y hablaban en un idioma africano entre ellos mientras me miraban y me sonreían.

Ellos mismos me sirvieron la cena, me dieron vino blanco para beber e incluso me hicieron alguna caricia extra bajo mi falda mientras cenábamos.

Terminada al cena, nueva película y yo decidí volver a dormirme, quien sabe cuando podría volver a conciliar el sueño varias horas seguidas, el ritmo que había cogido el viaje me hacia pensar que mi cuerpo no descansaría mucho en los próximos 6 días.

Me despertaron mi amigos: “Princesa, en breve vamos a aterrizar, querrás arreglarte” me dijeron. Me levante y me fui descalza al baño, pero no podía mear, con el consolador metido. Me arregle el pelo, me lave los dientes y me perfume un poco, volví a mi asiento y le dije a uno de mis guardaespaldas que no podía mear con eso ahí dentro. Sonrió “Ya mearas cuando aterricemos, queda apenas media hora”

Efectivamente los indicadores de cinturones estaban encendidos y mis amigos se acomodaron junto a mí, “ya queda menos” me susurraron al oído.

El aterrizaje se me hizo eterno con la sensación de mear y el consolador dentro, esa sensación de plenitud, de angustia por no poder mear, dolor de aguantar….

Baje del avión sonriendo pero menadote a rabiar, mis amigos me acompañaron a la Terminal “estaremos tres horas aquí” me dijeron.

Pasamos el control de pasaportes, los policías me miraban con interés, blanca, rubia, sin sujetador con tetas bamboleantes, botas vaqueras, minifalda… ¡¡¡ y si supieran lo que llevaba debajo puesto¡¡¡.

Salimos de la Terminal y nos esperaba un coche negro. Era de noche cerrada. Subimos a el y nos metimos en la autopista hacia la ciudad. Tras veinte minutos de viaje paramos en una zona de casas bajas aún fuera de la ciudad, no se veía un alma. Me baje del coche y mis amigos me acompañaron al interior. Estaba parcamente amueblada con enseres de madera de varios y llamativos colores. Una mujer grande negra, me dio la mano al entrar. Dentro estaba Hans con los dos hombres del avión.

“Hola pequeña, ¿Cómo va el vuelo?” Le dije que bien pero que quería mear. Le dio las llaves del cierre del cinturón a la negra grande que me hizo un gesto de que la siguiera.
Entramos en una especie de cuadra donde había unos caballos, varios cerdos y vacas, detrás de la casa, me quito la falda y la blusa y después me quito el cinturón con los consoladores y mientras yo meaba allí en medio desnuda en cuclillas ante su atenta mirada empecé a sentirme incomoda, “¿tal vez así se sentían los esclavos?” pensé.

“Let us go white slut!” me grito mientras con una manguera limpiaba el cinturón de los consoladores y me lo tendía para ponérmelo. No me pude ni limpiar, ella misma cerró el cinturón y tomándome del pelo me arrastro hacia el interior de la casa.

Al entrar en el salón los cinco hombres me miraron divertidos. Allí estaba, descalza y desnuda con el cinturón de los dildos puesto y chorreándome aún los restos de mi orina y el agua por las piernas.

“¡Arrodíllate puta!” me grito Hans. Me sorprendió, pero sin duda mi esclavitud empezaba ya a ser efectiva. Vi como el hombre mayor del avión la daba un fajo de billetes a Hans y su acompañante me empujaba a arrodillarme ante su jefe. Un gesto me indico que debía sacarle otra vez la polla del pantalón y mamársela. Estaba en ello cuando vi a Hans que haciéndome un gesto de un beso con los labios, salía con mis guardaespaldas de la casa. Oí ruido a mi espalda y antes de reaccionar un seco golpe sobre mis nalgas me hizo sentir un látigo que levantaba un ardor inesperado en mi piel.

Trate de esquivarlo y deje de mamar, lo que me supuso un enorme bofetón del negro mayor “¡sigue mamando zorra¡” grito en un perfecto castellano. Seguí mamando mientras el látigo seguía golpeando mis nalgas, mis costados y mi espalda.

La zurra siguió hasta que el hombre se corrió abundantemente en mi boca haciéndome tragar toda su leche.

Después la negra me cogió por los pelos y volvió a llevarme a la cuadra. Con una cuerda que colgaba de una viga me ato las muñecas y me suspendió del techo. Después con la manguera que había utilizado anteriormente me dio una ducha de agua fría por todos los rincones de mi cuerpo.

Cuando acabo mi ducha, salio de allí. Me quede suspendida del techo, y algunos animales se acercaron a husmearme, unas cabras, unos cerdos, alguna cabra me lamió los muslos y me olisqueaban el coño tapado con el cinturón de cuero que mantenía mis agujeros ocupados.

Pasado un tiempo, la negra volvió, me desato y cogiéndome nuevamente del pelo me llevo al salón. Allí me limpio a fondo con una esponja de piedra pómez y una toalla grande y áspera, con lo que mis marcas de los latigazos me dolían al contacto con la toalla.

Una vez bien seca, me hizo poner una túnica de colores, unas sandalias y un tocado tipo turbante de lana en la cabeza recogiendo mi pelo. Me roció con una especie de perfume muy penetrante y me unto al cara con una sustancia negra, después me llevo junto a a la puerta y me hizo arrodillarme con la espalda bien recta en un rincón.

Al cabo de un rato oí un coche que se detenía. Seguía siendo de noche aunque parecía empezar a amanecer. Oí voces fuera y se abrió la puerta, dos hombres fuertes negros entraron en la sala, me miraron y hablaron con la negra, esta asintió y acercándose me ato las muñecas a la espalda. Uno de los hombres me cogió en volandas y me saco de la casa. Me deposito sin miramientos en la parte trasera de una pick up, junto con varias jaulas de animales y cajas de comida. Subió a la furgoneta y arranco.
Media hora nos separaba del aeropuerto.

Al llegar a la Terminal, el conductor del camión me dio una bolsa de mano con mi documentación y poco más y con gestos me indico que entrara en el aeropuerto. El volvió al camión y se alejó.

Me sentí extraña, con la cara sucia, aquella vestimenta “africana” y sobre todo sola en aquel aeropuerto y con el cinturón de los consoladores puesto y cerrado. Noté que la gente me miraba sorprendida al ver una mujer blanca, con esas pintas. Al menos olía bien tras la limpieza que aquella mujer negra me hiciera.

Entre en el aeropuerto y mire los vuelos, el mío, de South African Airways, SA 1763 salía a las 5,30 y eran casi las 5 de la mañana, fui hacia el control de pasaportes. Para pasarlo no había mucha gente y debí esperar unos minutos.

En la cabina un guardia negro que me miro con sorpresa: “¿Vuela a Gaborone?” me pregunto en inglés sin quitarme ojo. “Sí” contesté yo tímidamente. “¿Y su equipaje?” pregunto él, “Lo facture desde Lisboa” me miró detenidamente “¿A que va a Gaborone?” me quede petrificada, no sabía que decirle, ¿placer?, ¿trabajo? ¿Le contaba que sería explotada sexualmente para un reportaje de TV?... “Voy con un equipo de TV para unos reportajes sobre la fauna del país, pero me despisté y he perdido a mis compañeros, espero encontrarlos en el avión. “¿El nombre de sus compañeros?” me pregunto mientras yo miraba el reloj del aeropuerto y la hora de embarcar se acababa.

Le di el nombre de Hans, consulto sus papeles y llamó a una policía negra que estaba fuera de la cabina. Habló algo en africano con ella y se marchó. La mujer me miró “Esta bien…desnúdate” me dijo en inglés. “¿Cómo?” pregunté sorprendida. “Qué te desnudes” casi me grito. “Perderé el avión” dije compungida. “No lo perderás tranquila, debemos asegurar tu entrega…¿te desnudas o te desnudo yo?” me dijo acercándose. Me quite lentamente la túnica y ella me miro con gesto sorprendido el cinturón de los consoladores “¿Y eso?” pregunto. No supe que responder. Se colocó detrás de mi y me cacheo de arriba abajo, los pechos los costados, las nalgas. Toco despacio las señales de los latigazos y murmuro “buen trabajo para empezar”.

Note que le gustaba sobarme. Tras unos minutos me hizo vestir otra vez. “¿Sígueme?” me dijo. Así lo hice y me llevó por un pasillo interior. La hora de despegar se acercaba y yo seguía allí. Estaba asustada, nerviosa y cabreada. Entramos en una sala donde había dos policías. La mujer se volvió hacia mi “desnúdate” me dijo. Intente negarme, pero me dio una bofetada “desnúdate zorra” me grito. Me desnude y los guardias me miraron sorprendidos y sonrientes, se acercaron y tras sobarme bien, se detuvieron en mi cinturón. “¿es cómodo?” me pregunto uno de ellos.”Lastima que lleves eso puesto guarra, pus si no ya habrías probado unas buenas varas negras” dijeron dándome unos cachetes en las nalgas. Después la mujer les indico las señales de mi cuerpo “ya ha sido azotada, así que ira a alguna granja de esclavos” dijo sonriendo.

La mujer me hizo un gesto de que me vistiera y me hizo seguirla.

Me dejo al borde de la pista y me indicó un avión pequeño, de hélice. “ese s tu avión puta. Que disfrutes tu experiencia africana zorra blanca” me dijo empujándome hacia el avión.

Ví gente que subía aún por la escalerilla y como pude corrí hacia el avión. Al llegar una azafata me pidió mi billete. Se lo enseñe y me hizo subir al avión. Me llevo hacia una parte trasera, separada por una especie de reja del resto de la cabina. La gente me miraba sorprendida. En aquella especie de jaula había tres asientos y algunas cajas y utensilios. Me indico un asiento con los ojos. Me senté y me puse en cinturón de seguridad. Unos minutos después subieron dos hombres de mediana edad mal vestidos que entraron dentro de la jaula conmigo y no paraban de mirarme. La azafata echó una cortina que nos separaba definitivamente del resto de la cabina. Observe de reojo a mis compañeros de asiento. Me miraban con descaro.

Oí que el avión iba a despegar pero no había visto a Hans ni a mis amigos. Estaba asustada.

Ya había amanecido y recordaba que en el plan de vuelo, teníamos una hora de viaje hasta Gaborone. El final de la primera etapa de mi viaje se acercaba, llevaba casi 24 horas en danza. Trate de relajarme y dormir.

Me despertaron unas manos sobre mis muslos. Abrí los ojos y fui a gritar, cuando unas manos me taparon la boca. Mis dos acompañantes trataban de pasarse un buen rato conmigo. No sabían que mis entradas estaban tapadas, pero tras descubrirlo, mientras uno me tapaba la boca el otro sobaba mis tetas. Se turnaron en ambas tareas mientras hablaban en algún dialecto que yo no entendía y reían divertidos. Uno me cogió la cabeza y me obligo a meterme la polla de su amigo en la boca. No estaba muy limpia pero era grande y dura, hasta ahora las polla negras que había ido conociendo hacían justicia a la leyenda. Ni que decir tiene que tuve que comerme ambas pollas con el tiempo justo para aterrizar.

Cuando estábamos llegando se corrió la cortina, los hombres le guiñaron un ojo a la azafata. Esta me miro “Cuando aterricemos espera aquí, vendrán a buscarte” me dijo en tono muy seco. Y salio.

Al detenerse el avión, los hombres me guiñaron un ojo y salieron. Yo me quede sentada.

Pasados unos minutos dos hombres negros de fuerte complexión entraron ene le compartimento. Sin decir una palabra me taparon los ojos y me ataron las manos a la espalda. Uno de ellos me cogió en brazos y sentí el fresco del aire en mi cara al salir del avión.

En unos minutos estaba dentro de un coche, camino de una nueva experiencia.

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