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miércoles, 16 de diciembre de 2009

VENGANZA POR DESPECHO

VENGANZA

Julio del 98… La iniciación

Este fin de semana ha sido movidito. Resulta que hace unos días mi marido me habló de un antiguo compañero de trabajo que se había encontrado en un congreso aquí en Madrid, y estuvieron recordando viejos tiempos, hace unos 10 años que no se veían. Me dijo que aún recordaba las maravillas que hablaba él de mi entonces y que se había quedado con ganass de conocerme. El vivía entonces en Galicia y se conocieron por el trabajo, trabajaban en la misma empresa cuando mi marido debía viajar allí. Ahora había dejado el trabajo y estaba trabajando en otra cosa en Madrid. El caso es que me dijo si podía invitarle a cenar alguna noche, a lo cual le dije que de acuerdo.

Por cierto que me llamó un día entre semana para agradecerme la invitación y charlar conmigo y me impactó e intrigó su suave tono de voz, sus modales, etc.

Por fin llegó la fecha, el pasado sábado por la noche y tras dejar a los niños con unos primos, montamos todo para cenar en la terraza de casa.

El llamó para decir que llegaría un poco mas tarde pues le habían dado un golpe en el coche.

Llegó cerca de las 10 de la noche y me gustó. Con traje, alto, rubio, ojos azules, seguramente un poco mayor que mi marido, pero con muy buenos modales. Me dio dos besos con dedicación en ambas mejillas, pasando muy cerca de mi boca, que me pusieron la carne de gallina y alabo mi belleza. Yo llevaba un vestido con pantalón corto tipo Safari de una sola pieza.

Empezamos a cenar y hablamos de sus antiguos trabajos, de sus andanzas, etc. Yo noté que él me miraba con detenimiento, lo cual me empezó a poner nerviosa.

En un momento determinado me dijo lo hermosa que era y seguro que tenía encantos ocultos que le gustaría conocer. Yo me quedé muy cortada y le pedí con los ojos a mi marido ayuda. Mi marido se hizo el loco, pero quizá porque no lo entendió. El caso es que él siguió alabándome y sugiriendo lo de mis encantos ocultos, aunque suavizándolo con temas espirituales de educación, etc. Me sentía como desnuda delante de él. Me dijo que si poníamos un poco de música y bailábamos. Yo le dije que bueno, como anfitriona no podía negarme, así que después de recoger la mesa mientras ellos hablaban y traerles el café y un whisky, pusimos música y me pidió bailar.

Lo hizo con delicadeza pero con firmeza y me apretaba suavemente contra él, mientras mi marido bebía y nos miraba. Pasados unos minutos empecé a estar muy excitada, pero además contrariada y molesta, pues no me gustaba la situación. Le dije que dejáramos de bailar y charlamos los tres de muchas cosas incluido el sexo y las relaciones entre las personas hasta altas horas de la madrugada.

Al marcharse me agradeció la hospitalidad y al despedirse volvió a besarme en las mejillas, esta vez cerca de la comisura de los labios con detenimiento, mientras me cogía por la cintura y me acercaba hacia el, rozándonos ligeramente pero lo suficiente como para sentirme electrificada. "Nos veremos..." me dijo mirándome fijo a los ojos.

Yo estuve algo nerviosa al acostarnos pero no hicimos nada pues estábamos cansados.

Unos días después me llamó al trabajo para agradecerme la hospitalidad y el trato diciéndome estar muy impresionado con mi belleza y mi actitud de la cena. Me invitó a desayunar al día siguiente, el jueves. Volví a sentirme inquieta el resto del día e incluso por la mañana cuando pasó a buscarme por el trabajo. Fuimos a un lugar cercano y charlamos de varios temas, pero yo notaba la penetrante mirada que me desnudaba mientras me hablaba. En un momento determinado mirándome fijamente me dijo que si me gustaría que me recogiera al salir del trabajo el viernes por la tarde e irnos por ahí a dar una vuelta. Yo aunque me sentía extraña le dije que sí, y el resto del día estuve inquieta. Al despedirse volvió a besarme como en casa.

El viernes me levanté muy extraña, le dije a mi marido que no vendría a comer y luego tenía una reunión. Era una de las pocas veces que le mentía a mi marido, pero el cuerpo no me pedía contárselo. Le llamé y le dije que mejor quedábamos a comer y luego íbamos a algún sitio. A las 3 en punto estaba esperándome en la puerta y me dijo si nos íbamos a comer al Escorial. Yo le dije que bueno y enfilamos la carretera de la Coruña. Me sentía extraña, con una dulce inquietud mientras su melodiosa voz me envolvía. Comimos animadamente en un restaurante en el mismo San Lorenzo y aunque mi sensación había casi desaparecido me encontraba a gusto. Era muy culto e interesante en sus razonamientos e idas. Ya cerca de las cinco me dijo que si tenía prisa. Le dije que en cierto modo, pues aunque los niños estaban en casa de un familiar hasta finales de la semana siguiente, mi marido estaría ya en casa. "llámale y dile que iras un poco mas tarde" me dijo suavemente autoritario. Así lo hice, comentándole a mi marido con quien estaba, lo cual le tranquilizó... a él, pues yo me sentía como flotando.

Ya de vuelta en Madrid, tomo la M30 y mientras ya empezaba a anochecer enfiló hacia una urbanización cerca de la Dehesa de la villa. "Dónde vamos?" le pregunte algo inquieta. "Voy a enseñarte una cosa" me dijo sin mirarme mientras conducía. En unos minutos estábamos entrando en el garaje de un chale.

Yo me sentía incomoda, pero en cualquier caso confiaba en él, pues era amigo de mi marido. Entramos en la casa, entonces fue cuando me dijo que iba a poner música, que si quería tomar algo "agua" le dije yo, "Una tónica?" me contestó él. "vale" dije yo. Era un chale de dos plantas y desván. Le oí trastear en la cocina mientras me sentaba en el sofá el salón. Yo llevaba una falda corta roja que tengo con una camiseta sin mangas marrón ajustada que me realza bastante mis pechos.
Salio al salón y me tendió la tónica mientras el daba un sorbo a un whisky."Te enseño la casa?" me dijo. El estaba separado y tiene dos hijos mayores de 18 ó 20, chico y chica, pero que estaban de vacaciones con unos amigos. Me enseñó el chale y el jardín trasero donde tenía una piscina no muy grande pero atractiva, sabiendo lo que me gusta nadar me dijo "no quieres darte un baño?, seguro que te encuentro algún abañador o bikini de mi hija que te sirva, pues tienes un tipo y un cuerpo que seguro que te sirve". Yo le dije que no. Seguimos viendo los cuartos de arriba, sus colecciones de cuadros y de objetos antiguos y llegamos al desván. Yo estaba muy nerviosa, no sé, el era muy correcto en modales, hablando, etc., pero yo notaba algo extraño en el aire.

Me hizo pasar a obscuras, cerró la puerta y encendió la luz. Me quede helada, en un acogedor espacio abuhardillado, varias mesas de tamaños y alturas distintas y una colección de cachivaches de sado y tortura colgados de las paredes con una serie de luces rojas y azules, daban al recinto un toque misterioso.

"Mira Francis déjame ir... " le dije. "Solo quería que lo viras y me dijeras que te parece..." su melodiosa voz me envolvía mientras me sujetaba del brazo suavemente. "Nunca has pensado en juegos de este tipo?" Entonces recodé que hacía unos meses mi marido había estado durante una temporada atándome y azotándome con cinturones y demás, y a mi al principio no me gusto nada, pero luego a veces me daba morbo y me ponía cachonda, incluso hubo unos días que durante el día le decía que me había portado mal y debía castigarme por la noche. Pero esa fase había pasado. De pronto sentí un inmenso calor interno y se me puso la carne de gallina. Por un lado quería salir de allí, pero por otro me imaginaba atada allí a aquellas mesas o borriquetas, al poste central de la habitación y a Francis azotándome... me dio un escalofrío y el lo noto.

Casi sin decir nada me llevó al medio de la habitación, junto al poste metálico que unía techo y suelo. Me colocó junto a él. Yo estaba asustada pero excitada. Cogió unas muñequeras de una estantería y estirándome suavemente pero con firmeza, los brazos hacia arriba me ató por las muñecas al poste. Yo le miraba como hipnotizada mientras con sendas tobilleras me ataba las piernas ligeramente abiertas a dos pequeñas argollas que salían del suelo. Luego me miro de arriba abajo. "Creo que te esta gustando... verdad?" y acercándose a mi, me beso en la boca. Traté de contestar y rechazar su beso, pero me sujeto con fuerza y su boca busco la mía que en pocos segundos correspondía a su apasionado beso. Yo en aquella época tenía el pelo largo. Me sentía incomoda, el empezó a girara a mi alrededor, me miraba sin decir nada. Entonces cogió una especie d cincha de un a pared y me ato la cintura al poste, de forma que mis tetas quedaban una a cada lado del poste. Traté de protestar, pero unos segundos mas tarde me colocaba una bola de caucho roja con un bozal fuertemente atado a mi nuca "Así no podrás gritar, aunque gemir si... y es excitante cuando una mujer gime con la boca tapada..." Me colocó un collar que sujetaba también mi cuello al poste. Estaba casi inmovilizada. La saliva se agolpaba en mi boca, me costaba tragar y se me salía por las comisuras de los labios. Fue entonces cuando me quitó la falda y la dejo caer al suelo. Un tanga rojo que mi marido me había regalado unos días antes de hilo dental quedo a su vista, lo cual le hizo silbar de admiración... "Suerte tiene tu marido de tener una hembra así en casa... y además le gusta la ropa sexy, seguro que el sujetador es a juego" y mientras decía eso subió mi camiseta hasta el cuello, dejándola enrollada a su alrededor. Efectivamente el sujetador era rojo de encaje, a juego, y una talla mas pequeño de lo que debiera pero así le gustaba a mi marido, pareció adivinarme el pensamiento "y a mi también me gusta este tipo de ropa, me alegro que te lo pusieras precisamente hoy... lastima que el tiempo no invite a llevar medias y liguero..." me cogió del pelo y me levanto la cabeza "porque seguro que lo tienes también a juego... ¿verdad?" asentí con la cabeza, había sido uno de los regalos de mi marido por mi cumpleaños, hacia unas semanas.

"Creo que nos vamos a divertir..." dijo dando vueltas a mi alrededor "eres mucho mas hermosa desnuda de lo que imaginaba o me había comentado tu marido" y acariciándome la espalda " y tienes una fuerte espalda, se ve que haces natación, es ideal para azotarla" un escalofrió me recorrió de arriba abajo, se dio cuenta "no tiembles... ni llores" las primeras lagrimas asomaban a mis ojos " aunque pensándolo mejor... llora cuanto quieras...." dijo sujetándome la cara y mirándome a los ojos "nada me excita más que una mujer llorando y en tu caso tus ojos cambian a un bonito color gris con las lagrimas..."
Se separó de mi "voy a hacer unas llamadas y a buscar las bebidas y ahora vuelvo" dijo saliendo del desván. Le oí bajar por la escalera de madera y escuche el rumor de sus llamadas en la distancia.

Volvió a los pocos minutos y me mojó los labios con un trozo de hielo. El bebía de un whisky que dejó sobre una mesa. Volvió hacia mí y me empezó a pasar el hielo por los labios, la cara, bajando por mis pechos. Entonces ahuecándome el sujetador, me colocó dos trozos e hielo, uno en cada pezón, sujetos por el sujetador. Sonrió al ver mi gesto de escalofrío. "Por cierto... " dijo como disimuladamente, "acabo de hablar con tu marido y le he dicho que no te espere hasta muy tarde..." hizo una pausa para beber " y le ha parecido bien, solo me ha dicho que te cuide... " y sonrió "algo que voy a hacer con detenimiento". Se volvió y encendiendo un cigarrillo, hasta entonces no le había visto fumar, se sentó en un sillón de grandes brazos de madera. A su lado un tocadiscos antiguo en el que puso un disco de música clásica y me miraba detenidamente de arriba abajo. No sé lo que estaría pasando por su cabeza, pero a veces sonreía, otras parecía excitado y sobre todo fumaba pausadamente, mientras me miraba detenidamente como estudiando como utilizar cada parte de mi cuerpo.

Tras apagar el cigarro y dar el último sorbo de whisky se acercó a mí. "Como estas pequeña zorra?, imagino que impaciente pensando por donde empezaré a disfrutar de tu cuerpo..." y me besó suavemente en ambas mejillas, luego lo hizo junto a la comisura de mi boca, adormecida por el bozal.

Se agacho ante mi, y me desató los tobillos, trate de colocarme mejor, pero el motivo era retirar la falda y dejar mis piernas desnudas. Volvió a sujetarme ambos tobillos a las argollas. Igual operación hizo con el collar del cuello para retirar la camiseta, con lo cual quedé sólo con la ropa interior. Se volvió hacia la pared y observó algunos artilugios colgados en ella, por fin se decidió por una especie de látigo corto de varias ramas. Me estremecí y mis ojos se humedecieron. "No te haré daño... al principio..." dijo sonriendo y cogiéndome la cara "puedes gemir cuanto quieras... quiero ver el aguante de esas nalgas y esa espalda".

Le sentí colocarse tras de mi. Noté un suave golpe en mi espalda en la paletilla derecha, luego uno un poco mas fuerte en la izquierda, con un ritmo constante iba alternado diferentes partes de mi espalda mientras la intensidad del golpe iba subiendo. Efectivamente al principio eran como golpes sordos, pero conforme su intensidad subía, empecé a notar un enorme calor en mi espalda y cada nuevo azote, era como si mil agujitas se clavaran en mi piel. No quería gemir, pero el dolor empezaba a ser significativo., De pronto se detuvo y respiré un momento, pero el siguiente golpe no lo esperaba. Con una enorme fuerza el látigo golpeo mi nalga derecha arrancándome un gemido de dolor acallado por un segundo azote si cabe con mayor fuerza en mi nalga izquierda. Sus azotes ahora con más intensidad y casi seguidos se sucedían ahogando mis gemidos de dolor que también se enlazaban. No sé cuanto duró pero el ardor de mis nalgas y mi espalda iba en aumento, ya que una vez calentadas mis nalgas volvió a mi espalda y de esta a las nalgas así sucesivamente. Cuando paró se colocó frente a mi "lastima que no puedas ver el bonito color púrpura de tu espalda y tu culo a juego con tu ropa interior. Te dejaré descansar un poco mientras busco otra bebida". Salio de la habitación y yo rompí a llorara en silencio. El calor de mi espalda era enorme unido a un dolor sordo y a la sensación aún de millones de agujitas clavadas en mi piel. Por fin regreso con un nuevo Whisky y una cubitera. Se colocó detrás de mí y lo que al principio parecía un alivio: unos cubitos de hielo resbalando por mi piel, se iba convirtiendo en un nuevo suplicio, pues pasado el primer momento el escozor de mi espalda y nalgas era insoportable, aumentado por los restos de whisky del hielo que hacían hervir mi caliente piel. Me retorcía y gemía tratando de implorar compasión, pero el siguió con el juego durante algunos minutos. Podía sentir como el hielo casi se fundía instantáneamente al contacto de mi ardorosa piel. Cuando acabó con los cubitos, volvió a su sillón mirándome despacio y saboreando su whisky.

Pasados unos minutos volvió a levantarse y de un cajón saco unas piezas redondas metálicas unidas por una cadena. Se acercó a mí y me desabrochó el sujetador. Mis pechos aún estaban húmedos del agua del hielo y mis pezones por el frío completamente planos. Entonces comenzó a masajeármelos con el índice y el pulgar. Note como iban entrando en calor y creciendo de forma alarmante mientras un inmenso placer me recorría de arriba a abajo y se concentraba en mi sexo. El siguió su maniobra hasta que estuvieron bien grandes y duros.
“!Caray que ejemplares¡” dijo sonriendo “será magnifico anillarlos en su momento como prueba de tu sometimiento a mi” y mirándome a los ojos añadió “ y suelo hacerlo sin anestesia”. Yo me estremecí imaginando mis pezones atravesados, pero casi no me dio tiempo a seguir pensándolo.
Entonces tomo los aros y abriendo uno de sus extremos los colocó a ambos lados de mis pezones. Después los fue ajustando hasta que presionando mis pezones fueron quedando pendientes. Cuido bien que la cadena quedara del lado de fuera del poste al unir mis pezones entre si. Al principio no noté la punzada de los aros al cerrase pues había calentado mis pezones con sus dedos pero en unos segundos comprobé que mis pezones no bajaban y su endurecimiento incluso me dolía unido al dolor que la presión de los aros realizaba sobre ellos. Mi gesto de dolor le hizo sonreír "te duelen zorrita, pues es solo el principio" y añadió” te asombrara tu capacidad de aguante y lo que tus pezones pueden llegar a soportar”.
Se volvió hacia la mesa y saco una larga cadena de plata. La unió al centro de la que unía mis pezones mediante una pequeña argolla y el otro extremo lo paso por una anilla sujeta al techo. Comenzó a tirar de ella hasta que la cadena que unía mis pezones comenzó a tensarse y a tirar de estos hacia arriba. El agudo dolor me hacia gemir y nuevas lagrimas aparecían en mis ojos. Cuando creyó oportuno la dejo fija al poste en una postura, pero mis pezones apuntaban al cielo. Entonces me desato las muñecas. Al bajar mis brazos, mis pechos también lo hicieron y mis pezones tiraron de la cadena fijada por lo cual su estiramiento me produjo un gran dolor. Aprovecho mientras tanto para retirar el sujetador y dejarme completamente desnuda. Ató mis manos a mi espalda. Engancho una cadena a mi cuello y fue tirando hacia atrás unida a una anilla en el techo. Según me inclinaba hacia atrás en un duro equilibrio, la cadena de mis pezones se tensaba estirándomelos cada vez más con gran dolor por mi parte y logrando una increíble elongación de los mismos.
El parecía complacido de mis gemidos y mis lágrimas, mientras seguía manipulando aquellas cadenas. Seguía unida al poste por mi cintura pero mi tronco estaba escorado hacia atrás en una dolorosa postura mientras aquellas anillas mordisqueaban pis pezones haciéndome sentir un agudo pinchazo. Fue entonces cuando cogió una fusta y colocándose tras de mi empezó a golpear mis costados y mi culo, primero con suavidad como calibrando la resistencia de mi piel, pero la intensidad del castigo iba en aumento. A cada golpe había un estremecimiento por mi parte que hacia tensarse las cadenas y mis pezones parecían a punto de arrancarse de sus areolas. Fue un tormento breve pero muy doloroso que me hizo llorar y gemir como una loca ante su impasividad.

(Continuará)

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