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jueves, 1 de abril de 2010

UNA ZORRA PARA DOS (II)

UNA ZORRA PARA DOS (II)




La dejó allí de pie, desnuda, junto a la cama de matrimonio, y rodeando está busco el antifaz en el lugar que su amigo le indicara. Allí estaba, lo cogió y se detuvo unos momentos para contemplar a aquella mujer totalmente dispuesta a ser un juguete en sus manos.

Se acercó por detrás de ella, y muy despacio le colocó el antifaz mientras apretaba su pene contra las nalgas de ella, tras bajarle las bragas. Luego la hizo inclinarse hacia adelante sobre el borde de la cama, y suavemente con sus manos separó sus muslos. Le encantaba verla así, dispuesta a recibirle en sus entrañas, sin protestar, entregada y sumisa.

Se inclinó sobre ella y mientras con una mano atrapaba una de sus tetas sacándola del sujetador, con la otra tiró suavemente pero con firmeza de su pelo haciéndola levantar la cabeza.

" No sabes cuánto he deseado tenerte así " le dijo al oído para después deslizar sus labios por su cuello y su espalda mientras su polla se acomodaba entre sus nalgas, deslizándose entre sus muslos para por fin alcanzar la entrada de aquella maravillosa gruta.

Se inclinó sobre su espalda y mientras la obligaba a mantener los brazos extendidos sobre la cama fue poco a poco, centímetro a centímetro, palmo a palmo, introduciendo su aparato entre aquellos labios totalmente mojados que lo engullían como si hiciera mucho tiempo, aunque él sabía que hacia apenas unos minutos, que no disfrutaban de un buen rabo.

" Aguanta como una buena puta" le decía al oído mientras la embestía," y aguanta sin derrumbarte hasta que te llene de leche, sino tendré que castigarte”.

Cada envite le costaba más a aquella zorra, mantenerse erguida, pero estaba segura de que él cumpliría su amenaza. Roxana recordaba la época en la que Joan la ataba a la cama y la azotaba sin piedad. A ella al principio no le gustaba, pero poco a poco ella misma provocaba sus castigos diciéndole que se había portado mal y merecía ser azotada.

Marco seguía aumentando el ritmo, mientras recordaba aquella vez que Joan le contó que le había prestado su mujer a un master sado durante un fin de semana para que la entrenara como esclava puta.

La imagen de ella atada y azotada provocó tal excitación que acabó conrriéndose dentro de su coño.

Aún así siguió empujando deseando que ella se derrumbara. Joan le había dicho dónde guardaba un látigo de siete colas, por si ella le desobedecía. Por fin lo consiguió, ella se dejó caer sobre la cama, de bruces, con los brazos y las piernas abiertas. Marco vio su oportunidad: además de follada, azotada.

Rápidamente rodeó la cama y allí en el armario que su buen amigo Joan le había dicho, encontró el látigo.

No se lo pensó dos veces, y empezó a descargar sobre la espalda y las nalgas de aquella zorra, uno tras otro varios latigazos que ella al principio acusó, pero que luego encajó casi sin oposición.

Mientras la azotaba, Marco miró el reloj de la mesilla, su buen amigo había tenido el detalle, en retrasarse en la vuelta del trabajo, dándole mayor margen para que pudiera disfrutar de aquella furcia a su entero gusto y sin prisas. Cuando la espalda y las nalgas empezaban a tomar un bonito color púrpura, decidió dejar de azotarla.

Mientras ella sollozaba en silencio él salió del dormitorio, se dirigió al baño donde se ducho y regreso a la alcoba donde aún la mujer de su amigo seguía tumbada boca abajo sobre la cama. Se vistió en silencio y dándola dos sonoros azotes con la mano abierta, en ambas nalgas aún enrojecidas por los latigazos, le dejó un billete de 5000 pesetas junto a la cara," Esto es para que se lo des a tu marido, por el tiempo que he disfrutado contigo. Y pronto volveré a disfrutarte " luego terminó de vestirse y se puso la chaqueta," se me olvidaba " le dijo mientras cogiéndola de pelo, la obligaba a levantar la cabeza " dile a Joan que el truco de los libros fue muy efectivo " y soltando la cabeza, salió del dormitorio y pocos segundos después de la casa.

Hoy por el fin era aquel día y por fin iba a disfrutar de verdad de aquella zorra. Cuando llamó a la puerta y aunque esperaba encontrarla le sorprendió lo hermosa que estaba con aquella blusa azul que realzaba sus hermosos pechos y aquel pantalón de flores ajustado que hacía sus muslos francamente apetecibles.
" Que haces tú aquí " preguntó ella nerviosa," Joan puede llegar en cualquier momento... Y si te encuentras aquí... ".

" No dices que el te da libertad para follar con quien quieras... Además he venido a traer los libros que él te pidió... ".

" Si pero no en nuestra casa... Además, como justificaría que tu estés aquí ".

" Venga no seas tonta y ofréceme al menos un café... ".

Marco la empujó suavemente hacia el interior de la casa y cerro la puerta. Ella a regañadientes llegó hasta la cocina," Vale un café pero enseguida y... enseguida te marchas... ".

"De acuerdo... venga ese café..." contestó él mientras la achuchaba hacia la cocina.

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