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viernes, 26 de febrero de 2010

COMPARTIENDO A MI ESPOSA (I)

En recuerdo a una DIOSA (Erika)

COMPARTIENDO A MI ESPOSA (I)


2003.

Bien, querido amigo colega, te relato, con la mayor cantidad de detalles posibles las dos hermosas noches que he pasado con Erika y nuestros amigos.

En principio me sorprendió un poco que Miguel y mi esposa propusieran encontrarnos nosotros con todos ellos, o sea él, su esposa Mari y el hijo de ambos Marcos, un joven apuesto de 19 años.

Yo ni imaginaba como terminaría la reunión y no me había hecho muchas ilusiones, más que la presencia del hijo hubiera perturbado seriamente cualquier intento de pasar a vías explícitas.

Por mi no hubiera habido problema alguno, ya que estaba dispuesto a sentir como Erika se entregaba a los dos ya que los trataba a ambos delante de mí con todo desparpajo sin escatimar juegos con las manos. Con Mari no tenía conocimiento que fuera otra cosa que un ama de casa diligente, alegre y confianzuda, pero hasta ahí y nada más... Presumía que habría problemas al momento de que los dos amantes quisieran intimar. Sabía que entre ellos no había prácticamente relaciones de pareja puesto que muchas veces llamó a casa para hablar con Miguel, lo que suponía que venía regularmente a visitarnos, mas bien a visitar a mi esposa.

Solo por de amistad y con ánimo de pasar una hermosa velada decidimos ir a Pinamar, en la costa atlántica, donde tenemos un chalet para vacacionar. Previamente, como fue de rigor acompañé a Erika al centro para comprar los regalos que deseaba hacer a nuestros amigos.

Los chicos permanecieron en casa de la mamá de ella, de modo que estábamos prácticamente libres y eufóricos. Fuimos a una tienda de ropa elegante y compró dos hermosos conjuntos sport para Miguel, y yo le compré una musculosa y un slip para Marcos, porque el muchacho comenzaba a hacerme sentir generoso con él. A las 6 de la tarde del sábado estábamos en casa preparando los bolsos, y llamó Miguel para decirnos que efectivamente, como había concertado con Erika vendrían Mari y Marcos también a Pinamar.

Bueno, pensé yo, no pasará nada, pero al menos pasaremos fin de año bien acompañados. A la media hora llegaron a casa cuando estábamos subiendo los petates al auto.

Bajaron de un taxi, distendidos, y me sorprendió gratamente Mari pues vino vestida con un conjunto sport muy juvenil (para sus 43 años), muy elegante e inusualmente provocativa, pues nunca le conocía más que vestidos correctos, pulcros, sin audacia desmedida.

Llevaba el pelo medianamente corto, y su carita denotaba picardía, con sus ojitos chispeantes y la boquita a punto de reírse.

Subió Erika adelante conmigo, y ellos tres atrás. Tras comentarios livianos acerca del tránsito y de la tranquilidad que hallaríamos lejos de Buenos Aires noté que Erika se había dormido. Miré por el espejito a Miguel y alcé los ojos como inquiriendo que podría pasar. Me hizo un gesto como diciéndome: tranquilo, que todo va a estar o.k. Luego el ronroneo del motor lo hizo dormir también a él y al muchacho.

Mari estaba sentada justo detrás mío y de pronto siento su aliento cerca y una caricia suave en mi nuca. Me susurra: estos se han dormido, jejeje, que ocasión Alberto para nosotros no?. No supe que decir. Y ella me tranquilizó: es broma, Alber. No me hubiera disgustado que no lo fuera pero mi idea no era convertirme en swinger. De todos modos la calidez de su voz denotaba cierta agitación que luego comprendí. Le dije: despacio Mari que el chico oye. Naaa... respondió, está dormido. Lo estaba o se hacía, tal vez esto último.

Llegamos una hora antes de la medianoche y Miguel, con su autoridad que siempre me seducía me ordenó, ve a comprar bebidas y buena comida, Alber. Bajaron las cosas y Erika los acompañó a sus respectivas habitaciones mientras yo cumplía diligentemente las órdenes del amante de mi mujer.

Llegué con los bolsos cargados de exquisiteces y botellas de Champan, lo que provocó en Mari un alegre batir de palmas y en Erika una mirada de reojo como diciendo: hoy nos vamos a embriagar.

Erika llevaba un jean muy apretado con sandalias transparentes y un top anudado bajo los senos, el pelo castaño suelto, sin maquillaje. Su andar provocaba no solo a Miguel sino a Marcos que no le quitaba los ojos de encima a mi esposa. Las miradas de ambos se encontraron varias veces pero el muchacho la retiraba enseguida pues no quería que el padre lo notara.

Mari estaba seria y me hacía señas imperceptibles que los mirara. Entonces me di cuenta que Mari estaba al tanto de las relaciones de su marido con mi mujer y del deseo de Marcos por ésta. Me extrañó que cambiara la expresión de su rostro cuando veía a Marcos sonreírle mi mujer, pero lo atribuí a que quería mantenerse y mantenerlo discreto y dejando a los amantes sin obstáculos.

Ay, exclamó en un momento Erika, falta poco para la medianoche, me iré a cambiar. Yo también, dijo Mari, y subieron a los dormitorios. Miguel me hizo preparar la mesa e hizo que le sirviera un whisky con hielo (El chalet está siempre en condiciones de ser habitado, gracias al personal de servicio que ocupa un ala del mismo).

El viaje y las palabras de Mari, junto con las miradas audaces de Marcos me pusieron un poco en ascuas. El muchacho quiso ir al toilette y como no sabía donde estaba lo acompañé.

Ni bien entró se quitó la camisa y dejó al descubierto un torso musculoso levemente velludo, con pelo que se unía en una línea oscura perdiéndose dentro del jean, que ya tenía un botón desprendido. No quise irme. Los ojos de él estaban ardientes.

Se peinó frente al espejo del toilette y de pronto se dio vuelta y quedó muy cerca mío. Le puse una mano en el pecho y sentí la sedosidad del vello. El me quiso apartar.

Me dijo: te das cuenta que mi viejo se está cogiendo a tu mujer?... Si, lo se,... Y no vas a hacer nada?. Porque? Le respondí, me guste, y a ellos también. Sos puto? Me preguntó tras un leve silencio. Nooo. Entonces como te puede gustar si no sos puto?. Soy cornudo complaciente, le dije. Te gustaría que me coja a tu mujer? Me preguntó con voz algo ronca. Siiiiii, claro, si ella quiere, a vos te gusta mi mujer?. Me tiene loco, me dice., pero mi viejo me mata si me tiro.

Yo te voy a ayudar entonces, le dije. Si, porque esa hembra me tiene loco. MMMMMMm, le dije, estás muy caliente con ella?. Si, no te das cuenta?. Baje la vista a su bragueta. Se notaba el bulto. El también bajó la vista y me dijo despacito: La querés?.

Me mordí los labios. Me ordenó súbitamente, desabróchame. Lo hice con dedos nerviosos. Sácala del slip. Saltó como un resorte, enorme, jugosa, palpitante. Chupámela, me ordenó en forma perentoria., apoyándose en el lavabo con las piernas semi abiertas.

Me arrodillé para hacerlo con comodidad. Tomé la tranca que estaba totalmente erecta y lamí el agujerito del glande, del que salían unas gotitas. Dale, chúpala, puto.

Están esperando, le dije pero no quité la boca de la pija. Dale que acabo enseguida, estoy muy caliente. Comencé una mamada dulce, suave, apretando la cabeza del pene con mis labios. Más adentro, me ordenó, dale, puto.

La metí lo más que pude, hasta la garganta. Asiiiiiiiiiii, asiiiiiiiiiiiii, repetía el muchacho.

Me sacó un poco la cabeza y tomó el pene con su mano como pajeandose. Yo reemplacé su mano con las mías y comencé un movimiento combinado entre manos y boca. Como noté que comenzaba a suspirar, lo masaje intensamente y le apreté el glande chupándolo simultáneamente.

El muchacho se arqueó.....Alcanzó a decir: ahí va.... se mordió los labios, y se distendió. El placer que experimentaba era indescriptible. Y luego vino el alivio, un enorme chorro me llenó la boca, y lo tragué sin pestañear. Luego otros cinco o seis chorros menores que bebí golosamente, saboreando el sabor agridulce de un semen joven fresco. El muchacho se agarró del lavabo mientras yo absorbía las últimas gotas.

Luego le abotoné la bragueta y bajó seguido por mí.

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