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sábado, 20 de febrero de 2010

DE FIEL CASADA A... (VI-I)

De fiel Casada a.... (Capitulo 6: Videosexo controlado, primera parte)


Me desperté en casa sobre mi cama pero aun con el sabor de la leche de aquellos tíos en la boca y mi cuerpo totalmente dolorido. Por supuesto que el orificio de mi culo, dolorosamente dilatado, y mi coño, como un pimiento morrón.


Me revolví en la cama y al mirar a los pies de la misma, vi a don Jaime sentado en un sillón mirándome.


"Es Ud. Un...", empecé a decir, pero me interrumpió con energía:


"¡cállate puta!...¿no querías marcha?... pues lo de esta tarde solo ha sido una muestra, vas a vivir sensaciones y experiencias que te convertirán en una experta del sexo insaciable, así que ahorra tus fuerzas y duerme, pues mañana vas a necesitar energías...!", y tras decir esto se levanto y se marcho apagándome la luz del dormitorio.


"¡joder con el maestro!", pensé yo.


Y mi marido mientras tanto en Ámsterdam... ¿Ámsterdam?... ¿sería casualidad?...


La verdad es que ahora analizándolo fríamente fue el principio de una serie inimaginable de experiencias que me han hecho una degustadora del sexo hasta extremos insospechados, y me han permitido viajar por todo el mundo y conocer muchos rituales del sexo.


Pero lo que paso al día siguiente y en días sucesivos os lo contaré mas tarde.


Ese fin de semana fue más o menos tranquilo, y digo más o menos porque mis "guarda... ¿espaldas?", me follaron un mínimo de 3 veces cada uno al día.


Y la siguiente semana tan solo alguna jodienda con Javier o Pedro hasta mediados de semana que volví a vivir el sexo intensamente pero esta vez en el trabajo.


Cada vez que había que conseguir alguna cuenta difícil con algún cliente macho, no sé porque, o si lo sé, me la pasaban a mí.


Pero aquel día me sorprendió mi jefe cuando me dijo que desde ese mismo día tendría mi despacho en la planta noble de la oficina, con todos los jefazos, y que conste que he dicho jefazos.


Cuando me trasladé, descubrí que el decorador no era malo y que el despacho no estaba tan mal. Comprobé también que dos puertas me separaban por un lado del despacho del director general, según este porque mis últimos logros en la empresa le habían llevado a pensar en mi como estrecha colaboradora, estrecha no sé hasta qué punto, y por el otro lado otra puerta me comunicaba con el despacho del subdirector de la compañía.


Aquella misma tarde me ocurrió algo curioso.


Mi jefe me había encargado el estudio de unos futuros clientes, tres hombres y una mujer, y este último me sorprendió, pero dado que su negocio era de asesoría fiscal no le di mucha importancia.


El caso es que me tuve que quedar en la oficina tras avisar a Javier, a Pedro y por supuesto...a don Jaime, que eso si respetaba a rajatabla mi trabajo y mi carrera.


Eran cerca de las ocho y estaba sola en mi nuevo despacho cuando llamaron a la puerta, y acto seguido entro el vigilante de noche, un hombre bastante apuesto de unos 35 años, alto y moreno, bueno no estaba mal.


"Buenas noches señorita", me dijo," ¿se quedara hasta muy tarde?", me pregunto, y al responderle que no sabía, añadió, "bien, pues si necesita algo no tiene más que llamar, puesto que entro de guardia y estaré hasta las ocho de la mañana"


"Muchas gracias", le conteste, observando que me miraba mitad con admiración, quizá por mi ascenso, mitad con un cierto morbo, pues debía pensar que estando tan buena algo había en mi progresión laboral.


Seguí trabajando, estábamos próximos al verano, y a pesar de que tenía aire acondicionado en la oficina, la verdad es que me gustaba ir ligerita de ropa.


Aquel día llevaba una minifalda blanca, por supuesto sin bragas, y una camiseta tipo baloncesto negra, también sin sujetador, y sobre ella una chaqueta amarilla.


A eso de las diez cuando estaba a punto de irme, volvió a entrar el vigilante


"Señorita", me dijo, ¿se va a quedar mucho tiempo más en la oficina?, es que ya no queda nadie en el edificio y me gustaría ir a mi oficina a cenar".


"Está bien", respondí, “me quedaré aun un rato mas así que puede irse a cenar si quiere, yo le avisaré cuando vaya a salir".


Se marcho y yo seguí un rato más. Cerca de las once decidí que ya estaba bien así que llame por el teléfono interior al vigilante pues debía abrirme la puerta del edificio.


"Enseguida voy", me respondió.


Efectivamente apenas unos minutos después, llamo a la puerta, ya estaba a punto de salir, y al entrar él en mi despacho le vi titubear, al verme de cuerpo entero, pues solo me había visto tras la mesa.


"Bien, la acompaño al ascensor", me dijo.


"¿cual es su nombre?", le pregunte.


"Miguel", me respondió mientras me cedía el paso en la puerta y aprovechaba para echar un vistazo hacia mi escote. Sentí que al pasar detrás de mí, mi culo era el blanco de su mirada, así que lo contonee un poco.


"Que casualidad...” le dije, “se llama Ud. Como mi marido...."


"¿Esta Ud. Casada...?", pregunto cómo sorprendido sin perder de vista mi trasero...


"Si", le conteste mirándole de reojo...


Se coloco a mi lado y hablamos de cosas triviales hasta llegar al ascensor, mientras lo esperábamos, yo la verdad estaba con ganas de juerga, pero una juerga mía, no programada por don Jaime.


"Miguel", le dije de pronto a punto de entrar en el ascensor, “nunca he estado en un control de seguridad, y puesto que ahora estoy en el staff, ¿le importaría enseñármelo?", y mientras decía esto le mire fijamente la entrepierna. Vi que se quedaba un poco cortado, y reaccionando me contesto que estaría encantado.


Entramos en el ascensor y yo estaba dispuesta a follármelo, pero quería disfrutar de su aparente inocencia o del miedo a liarse con una ejecutiva. En un momento determinado me agache frente a él como si se me hubiera caído algo, dejándole ver a través de mi escote mis hermosas tetas, quedo sorprendido.


"¿se le ha caído algo?", me dijo mientras también se agachaba para ayudarme y nuestras caras quedaron muy cercanas.


"No", respondí, “creí que un pendiente, pero no, lo llevo en el bolso, me lo quite para hablar por teléfono y no me acorde de volvérmelo a poner".


Seguimos hasta el sótano 2 que era donde estaba el control de seguridad.


Vi que estaba un poco nervioso y decidí seguir jugando con él antes de probar su aparato, que empezaba a revolverse inquieto bajo el azul pantalón de reglamento.


Al llegar al control, abrió y volvió a cederme el paso, por lo cual volví a mover suavemente mi culito, para su deleite.


"Está bien esto", dije sonriéndole, mientras el cerraba la puerta, y después echaba la llave, pensé yo que por seguridad.


Un amplio cuarto con una mesa llena de luces y botones y sobre ella una docena de monitores de televisión, que nos mostraban diversas partes del edificio.


Un poco más allá había una puerta, me acerque hasta ella, mientras observe que tras una rápida mirada a los monitores de una forma muy profesional, volvía a fijar sus ojos en mi anatomía.


"¿donde da esta puerta?", la pregunte, mientras la entreabría.


"A un cuarto con un par de camas", sentí que decía a mi espalda.


¡Perfecto! Pensé yo, al menos no me follara en el suelo.


"¿quiere un café, o una bebida fresca?", me pregunto.


Me volví tras ver el estado de dos camastros un tanto cutres, pero que bien podían cumplir su función.


Últimamente a la hora de abrirme de piernas había decidido no ser muy exigente, le daba más morbo al tema, e incluso había leído en algún sitio, que se disfruta más...


"Bueno", conteste, “mejor un café", cerré la puerta del cuarto y volví junto a los monitores mientras él iba hacia una maquina de café.


Me senté distraídamente en el borde de la mesa mirando hacia donde él estaba, entrecruzando la piernas, lo suficiente para que al volverse, viera mi pelado coño sin bragas frente a él.


Efectivamente cuando se volvió con los cafés en la mano, se quedo un momento quieto y le costaba apartar los ojos de mi rajita que de forma entrevelada se veía entre mis muslos.


Se acerco titubeante, "tenga su café".


"Miguel", dije recreándome en el nombre, "¿no tendría Ud., algo con lo que bautizar este café?".


"¡por supuesto que no señorita!", me dijo como si hubiera tratado de pillarle, ya que el alcohol, está prohibido en seguridad durante el servicio.


"Es una lástima", dije bajándome de la mesa, mientras me quitaba la chaqueta y la dejaba sobre una silla, “puesto que yo con un poco de alcohol me pongo muy cariñosa".


Vi que dudaba y comencé a pasearme por la habitación. Observe sobre una mesa auxiliar unas revistas para hombres y pensé que el tema pues podía salir mucho mejor.


"Vera...", le oí decir desde el otro extremo de la habitación,"...si no dice Ud. Nada le diré que siempre llevo una pequeña petaca de whisky, más que nada porque aquí son muchas horas solo y a veces apetece echar un traguito"


"¡estupendo!", dije volviéndome rápidamente de forma que mis pechos bailaran un poco, y acercándome a él,"¡venga esa copa!", le dije tendiéndole la mano.


Cogí la pequeña botella y le di un largo trago. El me miraba mitad sorprendido, mitad incrédulo y bastante excitado.


Se la devolví y volví a sentarme sobre la mesa, esta vez con las piernas bien abiertas, para que pudiera ver mi coño.


"Perdone señorita...", empezó a decir mientras trataba en vano de apartar su vista de mi entrepierna,"...pero no sé muy bien lo que pretende"


"¡yo no pretendo nada, caballero!", respondí yo como muy ofendida, bajándome de la mesa y sentándome en una silla en plan modosito," tan solo ver como es este control y tomarme un café y una copa con Ud. Para que no se sienta solo esta noche".


"Perdone", me dijo volviendo a cortarse.


Guardando la botella, se estiro la chaqueta del uniforme y acercándose a donde yo estaba sentada, posiblemente su sitio para controlar los monitores, volvió a disculparse


"Si me permite, seguiré con mi trabajo", me dijo mientras trataba, debido a su posición de pie junto a mí, de no mirar mi escote, "si quiere la acompaño fuera del edificio".


"No por dios", dije yo, “no se moleste, conozco el camino", y me incline a recoger mi chaqueta, dejándole ver mi desnudo culito, durante unos segundos.


Hacía rato que estaba buscando la forma de prender la mecha de aquel hombre cuyo paquete estaba a punto de reventar, y creí haberlo conseguido, pues en cuestión de unos segundos oí un rudo a mi espalda, de una silla al caer y me sentí empujada brutalmente sobre el sillón donde estaba mi chaqueta.


"¡no puedo más...", decía Miguel jadeante,"...tú te lo has buscado zorrona, ya sé cómo has llegado arriba y ahora vas a ver como las gastamos aquí en el sótano...", y mientras decía esto se quitaba las esposas de la parte trasera del cinturón y sujetándome las manos a la espalda me las ponía con un clic, que a mí me sonó a música celestial,"...te voy a follar cuanto quiera y no vale que grites, primero porque no hay nadie en el edificio, y luego porque este cuarto esta insonorizado, así que prepárate...", siguió vociferando mientras dándome la vuelta me tiraba de espaldas sobre el sillón.


Le vi allí todo enfurecido y excitado, mientras se quitaba primero la porra del cinturón y la dejaba sobre la mesa, después se desprendía de la pistola y hacia lo propio y por último se desabrochaba los pantalones, quitándoselos con rapidez, por lo cual pude ver un hermoso y voluminoso paquete que apenas podía mantenerse dentro de unos calzoncillos de un sugerente color negro.


Yo quería provocarle mas así que me hice la estrecha,"¡no por favor!, no me violes, solo trataba de ser un poco amable y de hacerte compañía...", gemía yo tratando de enfardarle aun mas.


"¡cállate hija de zorra!... ¡te voy a dar sexo!... ¿no era eso lo que buscabas?", y mientras decía esto se quitaba la chaqueta y la camisa dejando ver un musculoso cuerpo y un fuerte torso, que me presagiaban una noche estimulante.


Pero yo estaba sedienta de violencia.


Cuanto más enfadado le veía más me apetecía picarle, por ello me deslice al suelo, tratando de hacerle creer que quería escapar...


"¡donde crees que vas puta!", me dijo cogiéndome del pelo y haciéndome levantar...


Trate de zafarme opero aquel hombre estaba realmente enfadado.


Luego después de pasado todo, pensé lo que arriesgue, pues aquel hombre enfurecido no solo estaba bien armado entre las piernas, sino que tenía a su alcance un arma de fuego.


Me levante y de pronto sentí un fuerte golpe en la cara, y vi una especie de relámpago a mi alrededor, ¡me había soltado una bofetada!, y lo peor es que me gustaba. Me tambalee mientras me insultaba y cogiéndome por los brazos me tumbaba sobre el sillón...


"¡te la voy a meter hasta la garganta por el coño!...o mejor...", dijo volviéndose rápidamente hacia la mesa,"...mejor por el culo..."


Entonces comprobé, por primera vez horrorizada de verdad, que no se refería a su todavía no liberada polla, sino a su larga y gruesa porra reglamentaria que blandía en el aire...


Esta vez sí suplicaba de verdad,"¡no por favor...eso...no!", le dije gimiendo desesperada, recordando entonces que quien juega con fuego se quema...


Me cogió otra vez por los pelos y me llevo sobre la mesa de control,"¡apoya las tetas sobre la mesa...y ábrete de piernas...quiero ver bien el agujero de tu jodido culo!...


Yo trataba de levantarme de la mesa pero su poderoso brazo sobre mi espalda me apretaba las tetas contra la fría madera, mientras por el reflejo de los monitores podía ver como se disponía a ensartarme como una aceituna...

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