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martes, 23 de marzo de 2010

COMPARTIENDO A MI ESPOSA (III)

COMPARTIENDO A MI ESPOSA (III)




Cuando pasé frente al de ellos sentí ya los suspiros precopulativos, gemidos y chasquidos de besos, que Erika sabe dar tan bien.

Bueno, pensé, espero como antes de ayer que me llamen, y que Mari no se entere...

Me acosté y me quedé expectante esperando el llamado que tanto deseaba. La puerta estaba abierta y podía así oír mejor los rumores del amor que se prodigaban.

El tun tun de la cama contra no se que, era rítmico y bien notorio. Pensé en Mari que parece que nada le importaba, y en Marcos que lo oiría y le haría subir la fiebre pero no como a mí sino por celos.

Mi dormitorio estaba a oscuras, y el pasillo se iluminaba solo con la luz de la calle que entraba por un tragaluz.

Una silueta se marcó en la entrada del dormitorio: un cuerpo excitante y un perfume inundó el dormitorio. Era Mari que se había puesto un camisoncito de seda estampado como un leopardo.

Debajo tenía algo que apenas se marcaba, una tanga de la misma seda. No llevaba sostén. Apenas si adivinaba sus tetas, que vi claramente cuando se sentó en mi cama, a mi lado, una de sus piernas bajo su cola. Con un codo apoyado en la almohada, me acarició la cara y la frente.

Sus ojos brillaban, aunque en la oscuridad no podía saber si eran de deseo o de compasión. Pobre Albertito, me dijo, su mujercita le pone los cuernos, y a él le gusta!. Porque pobre,? Le pregunté, yo disfruto esto.

Lo único que no me permiten verlos en la cama juntos. De veras quieres ver? Me dijo. Te agrada ver como coge Miguel a tu mujer?. Miguel o el que sea, le contesté., se que tu hijo también se la daría.

Noooo, me dijo, no digas eso porque no lo voy a dejar. Y a vos que te importa? Le respondí. Me puso los dedos en mi boca y me sonrió.... Y solo viendo a tu mujer te calentás?. Creo que si, le dije.

De veras, con ninguna otra?. Imaginaba lo que me diría: y si me vieras a mi no te gustaría?. Pero Miguel se monta a mi mujer y contigo me dijo que no pasa nada. Sonrió... quien habla de Miguel?.

Y entonces imaginé lo que no hubiera presentido nunca. Se me hizo claro las miradas de ella y su hijo, los celos inexplicables, las ganas de competir con Erika para ver quien era más atractiva. No quería creerlo y no dije nada.

Se levantó y meneó su cola amplia y generosa, que el camisón no cubría. Se acercó a la puerta e hizo un ruido imperceptible. Luego se colocó frente al espejo enorme que cubría media pared y se arregló el pelo. Estaba hermosa y tentadora, subida a unos zapatos de tacones altísimos. De espaldas a mi me miraba por el espejo. Yo me había acostumbrado a la oscuridad y sus ojos entrecerrados eran prometedores.

Te vamos a hacer un regalo, me dijo. Como vamos? Pregunté. Soltó una carcajada queda. De inmediato entró Marcos, vestido solo con un slip escueto. Cierro la puerta? Me preguntó.

Está tu mami, le dije. No dijo nada, se acercó donde ella estaba frente al espejo. Se puso detrás y se apoyó en ella, que soltó un suspiro. Le cogió las tetas con las manos y se las levantó y unió.

Ella echó atrás sus brazos y le acarició la cabeza, diciéndole en un susurro, por fin te decidiste, hoy, creí que no tenías más ojos para tu mami, ya que la yegua esa te tenía babeando.

Se refería a Erika. Una oleada de placer me invadió, porque Mari también se había dado cuenta que Erika era una verdadera yegua. Estaría celosa por el hijo o por ella? Pronto lo iba a saber, mejor de lo que esperaba.

Mari apretaba la cola contra el bulto de su hijo y gemía despacito. El le decía cosas al oído, alcancé a oír.... mi amor.....te quiero coger, veni al dormitorio..... Ella le respondía en un susurro, no, aquí, Alberto quiere ver. No querés que le demos el gusto?.

Retrocedió con su madre en los brazos y se sentó en la cama a mi lado.

Quítame el slip, me ordenó. Me arrodillé delante de él y le quité el slip mientras él quitaba el camisón de la madre y lo arrojó al suelo. Ni bien se sintió sin el slip hizo que su madre se inclinara un poco adelante hasta que su cara rozó la mía.

Estaba en posición de ser penetrada analmente.. Mari se sentó despacio sobre la verga de su hijo mientras me besaba. Sentí su boca húmeda y su lengua penetrar en mi boca. Se notaba que gozaba porque suspiraba y jadeaba sin retirar su boca de la mía.

Enseguida se acostó de espaldas sobre su hijo del que no se desprendía y abriendo las piernas me dijo: quiero sentir tu lengua.

No hesité un segundo y ya puse mi cabeza entre sus piernas que se movían al compás de los embates de su macho. Lamí y degusté el rico jugo que su vagina exudaba y comenzó a estremecerse, y cuando no pudo soportar más el orgasmo que quería retener para dar tiempo a su hijo, estalló en convulsiones más potentes que las de Erika, aunque de menor duración.

En ese instante Marcos suspiró y diciendo: MAMIIIIIIIIIIIIIIIIIII, eyaculó.

Se quedaron un buen rato distendidos y yo terminé de lavar con mi lengua su vagina empapada. Ella levantó las piernas y aun con el pene de él dentro de su ano una buena cantidad de esperma se escurría por el mismo, que yo bebí con avidez.

Aun de espaldas, con todo el cuerpo de su madre sobre él, sostenía sus senos con las manos al tiempo que besaba su cuello. Ella me miró y me dijo si me había gustado. Notó que si porque había tenido una erección, no completa pero insinuaba que se iba a completar cuando fuera Erika la que estuviese en su lugar.

Luego que limpié el pene del muchacho con mi lengua, el se fue al toilette, y entonces aproveché para preguntarle a Mari cuanto hacía que cogía con su hijo, a lo que me respondió que desde los 12 años.

Lo de siempre, una madre que sobreprotege al hijo, no desea que se masturbe y toma el papel de cualquier mujer tentadora.. Como en tantos relatos, parece que la historia fuese siempre la misma.

En algunos casos es el chico quien toma la iniciativa, y en este fue ella.

Siete años antes, me dijo su marido se había separado para correr detrás de una niña de 18 años, dejándola sin las satisfacciones lógicas para una mujer en plena madurez sexual, y encontró al hijo presto a reemplazar al padre, tras provocarlo con sus miradas, su cuerpo semidesnudo y sus suspiros de deseo.

Quedamos un buen rato charlando de esas cosas, de cómo supo que Miguel había conocido a Erika y como fue su cómplice cuando le confesó el interés de él por mi esposa. Nada más me dijo, salvo que hacía grandes esfuerzos por disimular ante mí, ya que pensaba que yo no sabía nada.

Hacía algunos meses Miguel le había pedido que se acostara conmigo para que yo me olvidara de Erika y así dejársela solo a él, ya que pensó que estaba muy enamorado.

Se tranquilizó cuando le dije que Erika y yo nos amamos y que todo lo que hacemos sexualmente es para nuestro deleite, pero que ahora mi morbo no estaba satisfecho si no la veía a ella coger como los había visto a ella y su hijo.

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