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miércoles, 10 de marzo de 2010

ESPOSA BLANCA, ESCLAVA EN AFRICA (VI)

Esclava en África VI



Mi Diversión en el desierto


Una sensación de ahogo me hizo despertar, gran cantidad de agua fría caía sobre mi cara y mi boca y después por todo mi cuerpo. Los dos hombres que me habían “preparado” para la fiesta de la noche anterior, me rociaban con mangueras de agua a presión.


Yo trataba de esquivarlos pero estaba atada otra vez al suelo donde había dormido.

Por fin pararon y entonces me desataron pero me pusieron a cuatro patas sobre el suelo de paja. No sabía que hora era, ni lo que había dormido. La celda no tenía ventanas.

Mientras pensaba esto uno de los hombres se colocó ante mi y me metió su enorme polla negra en la boca, y al tiempo sentí como el otro situado tras de mi, me endosaba también su aparato en mi coño, ya que mi culo seguía ocupado por la cola de caballo que me habían puesto la noche anterior.

Por supuesto que me follaron sin compasión, y con violencia, dándome azotes y bofetadas, hasta que se corrieron dentro de mi boca y mi coño. Además debía mantenerme a cuatro patas, pues si flaqueaba me golpeaban en los riñones o me tiraban del pelo.

Después volvieron a rociarme con las mangueras mientras se reían y salieron de la celda.

Me quede mojada, dolorida y humillada sobre el suelo de paja húmeda hasta que llego una de las jóvenes esclavas.

Sin decir palabra, me hizo poner otra vez a cuatro patas y me quito el tapón con la cola de caballo. Me miro con lastima y me quede un poco sorprendida. Me entraron entonces unas enormes ganas de defecar, así que le pregunté dónde podía hacerlo, por gestos pues ella no entendía nada, me indico una puerta desvencijada en un lado del chamizo. Me desato y me acompaño hasta la puerta, al abrirla me cegó la luz del sol, era ya de día y aquella puerta daba a una especie de cuadra dónde había cabras, vacas y gallinas. Me indico un rincón sobre el suelo donde había más restos de los propios animales. Se me quedo mirando mientras yo trataba de hacerlo, algo que me costo un rato.

Al terminar mire tonta de mi a mi alrededor buscando con que limpiarme y tan solo vi unas hojas secas con las que trate de hacerlo ante la mirada de la joven. Después ella me acompaño y me volvió atar esta vez de pie junto a la pared. Se marcho.

Apenas unos segundos después entro uno de los hombres y me dijo algo en africano. Yo no me entere, pero unos segundos después llego su amigo con un balde y una especie de fuelle. Me desataron y me hicieron poner en el suelo a cuatro patas, entonces comprendí lo que iba a pasar.

Uno de los hombres cargo el fuelle en el balde de agua y me lo metió por el culo a modo de rudimentaria lavativa, yo grite y entonces el otro hombre se puso ante mí y tras darme una bofetada me metió su polla en la boca para que no gritara mientras me sujetaba la cabeza con las manos. Varias veces hizo el de atrás la operación de limpieza de mi intestino y notaba con vergüenza como todo lo que entraba salía de mi culo sobre el suelo, aunque debido a mi postura y mi boca ocupada en tragar aquella polla no podía ver el charco que se estaba haciendo junto a mis rodillas, aunque notaba chorrear mis piernas.

Cunado creyó oportuno el hombre del fuelle lo dejo y haciéndome levantar me llevo otra vez hasta la pared dónde me ato. El otro siguió masturbándose ante mí y me echó su leche por las piernas y el coño. Después me hizo agacharme para limpiarle los restos y se marcharon los dos.

Me sentí muy humillada y deprimida.

Unos minutos mas tarde entro la joven otra vez, como siempre con el torso desnudo y esta vez me fije en sus pechos firmes y levantados y de un tamaño medio, abajo llevaba una falda de ramas. Trato de no pisar en el charco de mierda que se había formado y tras desatarme me hizo gestos de que la acompañara.

Salí con ella por otra puerta hacia el exterior. Fuera había una especie de poblado donde la gente trabajaba, los niños jugaban… yo me sentí avergonzada allí desnuda, sucia, todos me miraban pero la joven me empujo para que me moviera rápido. Yo trataba de taparme al menos el pubis, después pensé en el ridículo pudor de la situación.

Miraba a mí alrededor tratando de situarme, el poblado estaba al resguardo de unas montañas pero al otro lado solo se veía un interminable desierto.

Andamos unos 50 metros hasta una especie de choza de cáñamo. Me empujo tras la cortina.

La choza era un poco más acogedora. Me fije en varios hombres y mujeres vestidos con taparrabos, las mujeres con los pechos al aire, que estaban en el fondo de la choza.

Un negro ya mayor, que reconocí como mi amo y dueño, con el torso denudo y un taparrabos, sentado sobre unas pieles me miro con detalle. Le dijo algo a un hombre alto situado a su derecha. Este se dirigió a mí en inglés.

“Colócate ahí entre las dos columnas”. Mire al centro de la choza donde dos enormes troncos sujetaban la techumbre. Avance despacio y me coloque entre ambos troncos. La esclava que me acompañaba me ato con dos correas de cuero las muñecas muy apretadas a los troncos, por encima de mi cabeza. El hombre se acerco y me hizo abrir las piernas y levantar el culo. Ato mis tobillos al suelo a unas argollas de madera. De reojo vi al negro mayor acercarse a mí. Me acaricio las nalgas y la espalda y sopeso mis tetas con dedicación. Después dio una orden y una de las jóvenes le puso un preservativo en su más que desarrollado pene que sobresalía de su taparrabos y que ya había mamado la noche anterior y me había follado. Se acerco a mí y siguió acariciándome las nalgas mientras su ayudante separaba mis cachetes y buscaba el orificio de mi culo. Desde que había llegado allí nadie había entrado en mi ano, pero eso sin duda iba a cambiar.

De reojo le vi acercarse y en unos segundos su enorme miembro entraba sin pudor ni cuidado en mi culo taladrándomelo como si fuera a partírmelo. Había silencio total en la choza mientras el hombre empujaba y de un solo golpe enterraba aquella estaca en mis entrañas que se estremecieron. Gemí, casi grite, de dolor y el me golpeo con ambas palmas en las nalgas mientras empezaba un ritmo de mete saca coreado por los presentes y subiendo de ritmo, clavándome sin compasión ni miramientos, mientras el dolor se hacia insoportable para mi. El hombre aguantaba a un buen ritmo, mientras me gritaba en inglés “buena esclava, las zorras blancas son las mejores” y seguía empujando sin contemplaciones, mientras también tiraba con fuerza de mis pezones, haciéndome gritar de dolor.

Pasaron muchos minutos antes de que con un gran gemido se derrumbara sobre mi espalda en señal de que había descargado su semen. Cosa que comprobé al instante pues llegando hasta mi cara me hizo mamarle y limpiarle bien la polla una vez le retiraron el preservativo, después me agarro del pelo y me inclino la cabeza hacia atrás y dejo gotear sobre mi boca abierta el contenido del mismo.

Después me desataron y me sacaron fuera. Debía ser ya casi mediodía por la situación del sol. Me ataron a un poste delante de la choza, desde donde podía ver un gran campo donde trabajadores de ambos sexos laboraban. Al verme empezaron a gritar y a reírse. Las mujeres me miraban con desprecio.

Hacia calor y empezaba a sentir los efectos del sol en mi blanca piel, pasados unos minutos salio el ayudante de mi amo y me roció la cabeza con una botella de agua fría que se agradecía, pero mi apariencia desnuda con todo el pelo mojado allí al sol debía ser horrible.

Cuando el sol empezaba a perder su verticalidad y yo sentía mi piel enrojecida por sus rayos, los dos hombres “encargados de mi” me desataron y me llevaron a rastras hacia la parte de atrás de la choza.

Allí había un gran poste en forma de cruz en el centro de una explanada rodeada de un alto seto.

Me colocaron contra el poste y ataron mis brazos a lo largo de los maderos y mis tobillos al poste central.

Taparon mis ojos con una venda elástica translucida y se hizo el silencio. El sol seguía curtiendo mi enrojecida piel, de pronto un chorro de agua fría me recorrió de arriba abajo haciéndome gemir de dolor ante el contacto del agua con mi quemada piel, pero aquello solo era el principio.

Mientras había sido rociada, no había notado la presencia de más personas a mí alrededor, pero pronto las iba a sentir, pues una vez acabado el chorro de agua oí un silbido y un golpe que cruzó mis nalgas de lado a lado me hizo comprender lo que me esperaba.

Un segundo restallido y esta vez desde otro ángulo mi espalda era cruzada de lado a lado, fue el principio pues durante no se cuantos minutos desde varios ángulos los latigazos marcaron con saña mi espalda, mis brazos, mis piernas y mis nalgas.

Yo me retorcía y pedía piedad gritando y llorando de dolor en castellano y en ingles y a cada petición mía una nueva serie de latigazos completaban el mosaico de señales de mi maltrecho cuerpo, desde diferentes ángulos haciéndome imposible esquivarlos.



Perdí la conciencia ante tamaño castigo.

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